
“No podemos pagar la deuda. Primero porque si no la pagamos los prestamistas no morirán. Eso es seguro. Pero si pagamos, nosotros sí moriremos. Eso también es seguro”, dijo. Y siguió diciendo: “Los que nos condujeron a endeudarnos jugaron como en un casino. Mientras tuvieron beneficios no hubo discusión. Pero ahora, cuando sufren pérdidas, exigen el pago. Y hablamos de crisis. No, señor presidente, jugaron y perdieron. Son las reglas del juego y la vida sigue adelante”.
Pero Sankara sabía demasiado bien que no podía resistir él solo. Y por lo tanto rogó a los demás jefes de Estado africanos que siguieran su ejemplo: “Si Burkina Faso está sola en su negativa de pagar la deuda, no estaré aquí en la próxima Conferencia”, dijo, proféticamente.
Thomas Sankara, el hombre que creía que se puede asesinar a los revolucionarios pero no sus ideas, no llegó a la siguiente Conferencia de la Organización de Unidad Africana. Fue asesinado tres meses después de su famoso discurso de Addis Abeba. Su asesino está aún en el poder en Burkina Faso: el presidente Blaise Compaoré.
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