viernes, 23 de marzo de 2012

Las armas del sistema contra la izquierda transformadora


Revista Farga

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En este articulo trato de esbozar algunos de los principales mecanismos (por sus efectos, auténticas “armas de destrucción masiva”) que utiliza el sistema vigente (sin eufemismos, el Capitalismo Avanzado), para anular y/o destruir cualquier influencia efectiva de la izquierda transformadora (si, la que lo es, no la que se dice y poco más...) y evitar así, de raíz, cualquier posibilidad efectiva de transformación social y, por ello, evitar la pérdida de control político, social y económico de las élites. Ya sabemos, aquello de “todo está atado, y bien atado”.

En primer lugar hay que reconocer que, a menudo contrariamente a la opinión mayoritaria, los mecanismos más efectivos son los que resultan invisibles. De hecho, en la propia inconsciencia se encuentra su poderosa capacidad de resistencia. Cómo los groseros vampiros sociales que son, la luz (su visibilidad, hacerlos explícitos) es el primer paso, necesario, para su desarticulación y convertirlos en ineficaces. Hablamos de la Influencia Social Inconsciente.


1. La “Denegación” y la “Psicologización”

La “Denegación” consiste en negar la veracidad de las argumentaciones de la izquierda transformadora, afirmando que los únicos postulados correctos son los que no cuestionan la vigencia del sistema [1]. Los calificativos típicos de este mecanismo son del tipo “va contra el sentido común”, “es absurdo”, “la argumentación es falsa”, “el método empleado no es el adecuado”... La finalidad de la “Denegación” es contrarrestar la influencia de la minoría y mantener la mayoría (el estatus quo) como el marco de referencia por excelencia. Y con ello, frenar la influencia directa del mensaje atribuido a una minoría.

Sin embargo, el mecanismo de “Denegación” plantea ciertas debilidades, una limitación estructural que invitan a pasar al siguiente mecanismo: la “Psicologización”.

Si la “Denegación” es una resistencia contra los contenidos de los argumentos de una minoría (la izquierda transformadora), la “Psicologización” trata de destruir la fuente concreta, los individuos que, como portavoces, adquieren un alto grado de credibilidad e importantes sectores sociales se permeabilizan al mensaje alternativo ante la ética de estos individuos [2]. Así pues, la “Psicologización” consiste en menospreciar a la propia minoría, socavando su credibilidad. ¿Cómo? Básicamente, explicando el origen del comportamiento o del mensaje mediante características psicológicas estables. En este caso, los calificativos típicos son los ya tan conocidos (y ahora, reconocidos) de “loco”, “iluminado”, “extravagante”, “anormal”, “traidor” ... Una vez propagados, reiterados, repetidos hasta la saciedad estos adjetivos, lo único que ya cuenta es lo que dicen que el portavoz es y no aquello que el portavoz hace.

Ambas estrategias suelen funcionar conjuntamente, si hace falta. Como vemos, los adjetivos lanzados día tras día por los medios de comunicación oficialistas no son ningún fruto espontáneo, ni corresponden a ninguna opinión/información supuestamente neutra y razonada; sino constituyen una estrategia elaborada y sistemática. Pero que, en definitiva, adquieren tan elevado grado de eficacia por la necesidad percibida por los individuos de la aprobación [3] del grupo mayoritario [4].

Pero, en definitiva, el núcleo central, duro, innombrable reside en lo siguiente: se puede tolerar hacer cosas minoritarias, pero nunca serlo. Se puede tolerar hacer algo ligeramente “progre”, pero nunca ser de izquierdas. Miremos a nuestro alrededor, los ejemplos no están demasiado lejos. Esta es una de las claves que disciernen los que parecen de izquierdas y quiénes son, ciertamente, la izquierda transformadora.

 
2. La Espiral del silencio.


Una vez conocidos estos dos perversos mecanismos de destrucción de la izquierda (a nivel de los mensajes, la “Denegación”; a nivel de los individuos, la “Psicologización”); y aclarado porqué a los “pijoprogres” nunca les salpican y toda la fúria recae sobre la izquierda verdaderamente transformadora, hay que avanzar hacia el tercer elemento, focalizado hacia las organizaciones. Hablamos, pues, del papel –sobretodo- de los medios de comunicación de masas y diversos thin tanks (básicamente, los partidos políticos que se reparten impunemente el poder político y el control de los grandes grupos de comunicación: PSOE, PP, CiU y PNV)

El concepto de Espiral del Silencio [5] hace referencia a la hipótesis por la que si diferentes grupos de opinión difieren en su disposición a defender públicamente sus puntos de vista y opiniones, las facciones más dispuestas a proclamar sus convicciones tendrán mayor impacto social y, por tanto, influiran más. Tal como indicábamos anteriormente, el miedo al aislamiento social y la amenaza de la marginación planean como buitres. Cuando estas circunstancias se dan, la tendencia generalizada es hacia el silencio.

En la concepción “clásica” del fenómeno, se nos presentan agentes emisores que estudian como lanzar argumentos ultra-sencillos pero de un impacto desolador (y poco tiene que ver, en principio, la veracidad de tales argumentos, aunque la totalidad de partidos pro-sistema crecen necesariamente en un contexto corrupto, y nunca faltarán basuras –bajo sus lujosas alfombras- que poder utilizar). En Catalunya encontramos desde 1980 la espiral del silencio que CiU lanzó contra el PSC e hizo volcar los resultados electorales (aquello del “sucursalismo” del PSC). A nivel estatal no será difícil recordar el “márchese, Sr González”, y la corrupción que se asoció al PSOE por parte del PP en los años 90, que les permitió, igualmente, ganar las elecciones generales [6].

Y por fin llegamos a Izquierda Unida, y el notorio y exprimido concepto de la “pinza” [7], rescatado, per ejemplo, en el affaire de IU a Extremadura. Poco importa tanto la falsedad como el reduccionismo extremo de tal argumentario. Lo único que importa es la capacidad de erosionar del mismo. La espiral, guste o no, funciona; por supuesto que funciona.

Pero la principal diferencia entre los ejemplos anteriormente expuestos y los que lastra a IU es que la incapacidad de defensa no proviene (principalmente) de la veracidad de las acusaciones sino de no disponer de ningún canal, realmente eficaz, para contrarrestarlo. De poco valen los argumentos, de poco sirven los razonamientos. Los Medios Oficialistas son quienes silencian, no el miedo al aislamiento social, no el estigma de acabar como outsiders. Y, en este caso, la debilidad de los escasos medios de comunicación dispuestos a difundir los argumentos defensivos de IU (sobre todo, medios a través de internet) se muestran como ineficaces para rebatir mínimamente tan burdas acusaciones. Nos encontramos con una auténtica mutación del concepto, que más bien pasa a ser no ya la espiral del silencio, sino el silenciamiento de la defensa frente a la espiral.

Hay que finalizar. Aunque se han puesto sobre la mesa conceptos más o menos complejos, poco o nada se ha dicho de como neutralizarlos. Pero el primer paso, decía al inicio, es hacerlos visibles, hacerlos explícitos. De cómo ser capaces de comunicarnos, romper el guetto, salir de las tinieblas ciertamente, de lo poco que se puede afirmar es que no será un camino sencillo. Y sin embargo, es un camino posible y deseable. Pero la respuesta ha de ser colectiva, en la que todas y todos hemos de trabajar. Como ya sabemos, los largos recorridos comienzan siempre por un primer paso. Entonces, ¡adelante!

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