sábado, 31 de marzo de 2012

Entrevista a Ramon Reig, doctor en Ciencias de la Información y catedrático en la Universidad de Sevilla: Los medios del mercado no respetan la voluntad popular


AVN


A principios de 2003, Ramón Reig estuvo en Venezuela, atendiendo una invitación del Gobierno nacional al Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS) de Valencia, España. Lo acompañaron economistas, especialistas en derecho constitucional, mientras que él venía como investigador de la comunicación social. Se reunieron con políticos, militares, ministros y finalmente con el presidente Hugo Chávez, en lo que consideró una “jornada de trabajo maratoniana”; sin embargo, pidieron reunirse con la oposición, que en ese momento estaba en pleno sabotaje petrolero, pero ésta se negó a reunirse con los especialistas.“El país estaba casi en un estado de guerra. En Altamira había un alzamiento militar”, recuerda con asombro Reig, quien regresó ahora a Caracas para dictar unas conferencias sobre las investigaciones de sus más recientes libros, Los dueños del periodismo y Todo mercado, en la VIII Feria Internacional del Libro de Venezuela.
Cuando visitó el canal público Venezolana de Televisión en 2003, lo desconcertó la pobreza en que se encontraban sus equipos y aconsejó “hacer una transformación, si quieren hacer frente a los grandes monopolios mediáticos”.
–¿Qué vio en los medios privados?
–Me impresionó, al sintonizarlos, que estaban llamando al golpe de Estado, a la insurrección popular, incluso por parte de los periodistas, que es algo inconcebible en el periodismo. Era una toma de postura y un estímulo a la violencia.
–Lo que sucedió en Venezuela, ¿cómo es visto eso en Europa?
–Es fatalmente visto, sólo que eso no se cuenta. Apenas en círculos cerrados; por eso, en Europa, Hugo Chávez es considerado un dictador. Yo sólo digo hechos objetivos: un señor que llega al poder por el voto de las personas. Las personas pueden equivocarse o no, pero lo han votado, como votaron a (George W.) Bush, quien además hizo trampas, mejor dicho, no estaba clara la segunda vuelta, pero llegó al poder y estableció los destinos del mundo. Por tanto, las críticas habrá que hacerlas de otra manera y no llamando a la insurrección.
–¿El periodismo venezolano oculta algo?
–No sólo el venezolano, en el periodismo en general se censura y se autocensura.
–¿En qué consiste esa autocensura?
–En que los periodistas que trabajan en sus respectivas empresas saben cuál es el umbral que no deben traspasar, que es conocer el catecismo de la empresa y los intereses que tiene detrás. Por mucho que me vendan “libertad de prensa”, no es cierto, porque ellos saben cuáles son los temas intocables.
El poder soy yo
Reig, doctor en Ciencias de la Información y catedrático en la Universidad de Sevilla, considera que los medios se dirigen a su público y han dejado de considerar a éste último como “pobrecito”, aunque es consciente de la manipulación que se ejerce a través de estos aparatos de la comunicación.
–En Venezuela no es un asunto de marketing el mantener un público, sino de derrocar a un Gobierno constitucional, como observaste hace ya una década.
–Hay de todo, claro, y los medios de comunicación mercantiles no son el contrapoder, como se suele decir. Son el poder. En Venezuela hay un poder político, pero no es el poder.
–¿Quién tiene el poder?
–El mercado. Ese es el poder que está arrodillando a todos los políticos europeos, que está demostrando quién manda. Es distinto gobernar que mandar. Se puede gobernar, pero no mandar, y se puede mandar sin estar gobernando. Partamos de la base de que los medios de comunicación comerciales son una parte del poder. Porque si entendemos que el poder son los mercados, y estos tienen nombres y apellidos, instituciones financieras, empresas, magnates, que son quienes invierten en los medios de comunicación, entonces los medios son una parte del poder. Son, en esencia, sus voceros.
–Reproducen su sistema.
–Esa es su obligación, porque la obligación de todo poder es seguir siendo poder todo el tiempo que pueda, y para ello necesita el elemento mediático que construya en los ciudadanos una mentalidad a su servicio. No sólo la prensa, también la publicidad, el cine: estamos hablando de una industria que es la comunicación que está dentro del mercado. Por tanto, no podemos hablar de un contrapoder, porque el poder es el mercado, y tampoco los medios de comunicación son el cuarto poder, sino una parte del primero, porque es una actividad económica.
–Si el mercado es el poder, ¿por qué los medios defienden la democracia?
–La democracia, a mi juicio, es una entelequia. Es una idea que se necesita mitificar para hacer en nombre de ella una serie de cuestiones. Occidente –me refiero a la ideología de mercado– impone la idea de democracia coincidente con el pluripartidismo, con el pluralismo informativo, pero cuando uno va profundizando encuentra que esa idea de democracia por lo menos hay que ponerla en cuarentena, porque el pluripartidismo no es tal; en realidad, hay un bipartidismo en casi todos los países, que no es sustancialmente plural, sino que es aparentemente plural. Está creado para ceder el poder político a quienes son partidarios del mercado, que no lo cuestionen. Y de allí que cuando llegan políticos que verdad lo cuestionan, entonces se tienen que atener a las consecuencias, porque el poder del mercado lógicamente reacciona contra ese virus que se ha colado, reacciona con sus anticuerpos, que son, entre otros, lo mediático.
–¿Y pluralismo informativo?
–Eso es falso, porque una misma empresa puede poner en el mercado un periódico supuestamente de izquierda y una emisora de televisión o de radio supuestamente de derecha. Así como Rupert Murduch, que tiene acciones tanto en el periódico inglés The Sun, que es “sensacionalista”, como en el estadounidense The Times, que es “sesudo”. El diario francés Libération, que en otro tiempo era el portavoz de la revolución del 68, hoy tiene detrás a la banca. En España acaba de cerrar el periódico, supuestamente de izquierda, Público, y era propiedad de una multinacional de la publicidad anglosajona. El mercado es tremendamente hábil. Si detecta que hay un público de izquierda, le pone un medio de comunicación. Sin embargo, le teme a la izquierda realmente revolucionaria, transformadora, que quiere terminar con él, con el mercado. Lo que existe en Venezuela es un poder político que quiere terminar con el mercado, y el mercado, que es otro poder, no se deja. Y cada uno con sus medios de comunicación.
–¿Se quiere eliminar el mercado en Venezuela?
–Eso se observa. La política oficial de Venezuela dice que van hacia un socialismo y no es uno de Felipe González, que es aceptado por el sistema de mercado e incluso, implantado y ayudado por ese sistema. Sin embargo, yo no creo que ayuden a Hugo Chávez los mismos que lo hacen con González.
De la desinformación al estupor
Prefiere hablar como catedrático, con base en sus investigaciones y en su experiencia periodística. A pesar de su dilatada experiencia, no deja de sorprenderse de la falta de contraste y de las tomas de posición que ejercen los periodistas al presentar sus “informaciones”. Es por ello que concluye que los medios han marcado una terrible influencia sobre los ciudadanos a la hora de formarse una opinión desfavorable sobre Venezuela y en especial sobre Hugo Chávez. “La gente repite lo que le dicen los medios de comunicación”, sentencia sobre lo que ocurre en España.
–La información llega distorsionada.
–Tan distorsionada que la prensa española se alegró enormemente cuando Chávez sufrió el golpe de Estado. Se alegró el país, se alegró el mundo, y no es que lo esté diciendo yo, porque tengo los titulares: “Euforia en los mercados”, “Baja el precio del petróleo”, y después, cuando Chávez es restituido dos días después, los titulares eran: “Estupor en Europa”, porque Hugo Chávez ha vuelto al poder.
–¿Estupor?
–Estupor, estupor, con esa palabra: estupor. Así tituló el diario El País de España. Y no solamente con Chávez: cuando Lula da Silva iba a ganar las elecciones en Brasil, los financieros declararon que aunque ganara, tendría que someterse a lo que dijeran los mercados. Es una auténtica desfachatez, son unos delincuentes, porque no respetan la voluntad popular. Como el caso del financista que dijo, en una entrevista televisada, que esperaba que las cosas en el mundo se pusieran peor, para él poder enriquecerse más. Y nadie ha detenido a ese señor, ni lo están juzgando. ¿Cómo alguien puede decir semejante barbaridad y quedarse tan tranquilo? Y luego, a personas que llegan al poder por las urnas, las tratan como las tratan en los medios, mientras que nada hacen contra este señor que es un terrorista.
–¿Cómo debe responder ante estos casos el periodismo?
–Editorializando. Ese señor con sus declaraciones deberá responder ante un juez y la prensa debe reaccionar con campañas.
–Pero si los medios son parte del mercado, ¿cómo es posible que lo denuncien?
–Los medios de comunicación del mercado necesitan de vez en cuando llevar a cabo unas maniobras que se denominan “autolegitimación de los medios”, que es la excepción que confirma la regla: de diez columnistas que tengo en un medio de comunicación, uno tiene que ir un poco en contra mía para poder decir que soy plural y democrático. Pues entonces, de vez en cuando lanzas un mensaje que parezca que va contra ti mismo, cuando en realidad lo que hace es fortalecerte.
–Es muy desesperanzador este juego perverso.
–Es la realidad. No pasa nada.
DISFUNCIONALIDAD DE LOS MEDIOS NACIONALES
–¿El mercado es el discurso oficial?
–Claro. Y además se identifica la democracia con el mercado. Si no hay uno, no existe lo otro.
–¿Eso no es una contradicción?
–Me parece que sí. Con el hecho mismo de que exista mercado, el ser humano deja de ser tan libre, porque si tienes una serie de intereses, los defiendes por encima de la sociedad. Lo que pasa es que llegó Adam Smith y dijo que así es como el ser humano se desarrolla: gracias a su egoísmo, que supuestamente crea puestos de trabajo, y el mercado se va autorregulando. La realidad ha mostrado a dónde ha llevado esa ideología: a la destrucción. Y ahora mismo, para el mercado el ser humano no tiene ninguna importancia cuando llega la hora de eliminar empleos, sin importar que tras una persona haya familias, niños. Y lo peor, los políticos que elegimos no detienen esta situación, con lo cual la gente reacciona de alguna manera: no yendo a votar, absteniéndose.
–Después de tantas elecciones ganadas por Chávez, ¿los medios de comunicación comerciales han perdido crédito con sus mensajes?
–En el caso de Venezuela, desde el punto de vista de la comunicación, existe una disfuncionalidad. Lo normal es que gane quien tiene consigo los medios de comunicación. Pero eso no ocurre siempre y es una esperanza para la humanidad, porque eso significa que no estamos en 1984 (novela de George Orwell) ni en Un mundo feliz (de Aldous Huxley). Ya la gente tiene soportes de reacción. ¿Por qué los medios siguen sin confiar en Hugo Chávez? Porque sigue construyendo un país socialista revolucionario y eso excluye al poder del mercado.
–Eso fue lo que ofreció Chávez en su campaña electoral.
–Él no hace más que aplicar su programa electoral. Lo que pasa es que estamos acostumbrados a que los políticos prometen unas cosas en la campaña electoral y luego no lo cumplen. Caso contrario sucede con Chávez, que por lo menos la esencia, de transformar la sociedad, la está cumpliendo.

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