domingo, 1 de abril de 2012

¿Fue Barcelona el 20-M una ciudad en llamas?




No, no lo fue. Aunque hay motivos más que suficientes para que ardan hasta consumirse símbolos, instituciones y locales de explotación y opresión, Barcelona no fue el 29M una ciudad en llamas.Tal como se informó en repetidas ocasiones en el informativo de Barcelona Televisión, ocho veces en total se dijo la cifra, se incendiaron unos 225 contenedores, se rompieron los cristales de unos grandes almacenes, también los de alguna(s) agencia (s) de uno de esos bancos que hacen negocios con empresas armamentísticas y cuyos directivos ganan más de 10 millones de euros anuales, y algún negocio de una de esas cadenas “alimenticias” de corporaciones internacionales salió también mal parado.
Se calculan, los responsables municipales hablaron de ello en la noche del 29M, unos gastos de unos 250.000 euros. Si se me permite la estupidez: si pensamos en los seguros y en nuevas compras, reparaciones y reposiciones, desde el punto de vista neoliberal y de sus unidades económicas de medida, un “bien económico”. En síntesis: un ligero incremento del PIB barcelonés.
No hace falta aprobar lo sucedido -mi opinión es crítica y dudo de la “intencionalidad resistente y de combate” de algunos de los participantes aunque entiendo, es fácil comprenderlo, que la rabia acumulada y la desolación que se extiende (¿no hablan algunos, no hablamos todos, de una generación sin futuro? ¿qué esperamos entonces? ¿Plegarias a María?) abonen potentes estallidos de furia e indignación-, sin aprobar lo sucedido decía, ningún ciudadano/a fue herido por ninguno de estos activistas. Ninguno. No se puede decir lo mismo de la policía catalana, de los Mossos d’Esquadra. Sus antidisturbios recuerdan cada día más, empiezan a ser un clon empeorado, los antidisturbios de la policía franquista. Incluso en su porte, en su indumentaria, en su estilo. Mandados y dirigidos por quienes están dirigidos –empezando, no es el único, por el conseller Felip, el Puig neofranquista- actúan sin miramientos. En la tarde del 29M golpearon y lanzaron gases lacrimógenos. Algunas personas, una amiga entre ellas, se mareó, sintió que se ahogaba y tuvo que ser ayudada en la plaza Catalunya por unos trabajadores bomberos que se estaban manifestando contra la crisis [1]. No hace falta perder mucho tiempo en ello: la policía catalana [2] actuó como actúa desde hace ya tiempo: sin miramientos, golpeando a diestra y, sobre todo, a siniestra.
La ciudad ha amanecido esta mañana sin apenas restos de lo sucedido ayer noche. Pero hoy sí, efectivamente, hoy sí que ha sido una ciudad en llamas aunque no se percibieran a simple vista.
Las llamas se han ubicado en la mente, en los corazones, en los cuerpos, en las espaldas de millones de trabajadores (y especialmente de trabajadoras) que han comprobado de nuevo en su piel y en su alma los ejes centrales de la civilización del capital, la estridente música del horror: despotismo, mal trato, nuevas amenazas, contrarreforma medieval, explotación acelerada, miedo a ser arrojado al desempleo, privilegios infundados, desigualdades sociales (que perjudican gravemente la vida y la salud como dirían esos dos grandes científicos sociales llamados Joan Benach y Carles Muntaner), jornadas inacabables, desesperación, desesperanza. There isn’t futur! No existe SU futuro.
Hoy sí, Barcelona estaba en llamas pero no eran los trabajadores ni los manifestantes quienes han iniciado el fuego. Era la lógica, la perversa y caduca lógica (irracional) de la civilización del capital, la absurda “racionalidad” de la era del mal (que diría con coraje y acierto la Bruja Avería).
El alcalde convergente de la ciudad, un político profesional al servicio de las clases dominantes sin ningún átomo de mala conciencia, en tu intervención televisiva de ayer noche, además de pedir y exigir mayor presencia y dotación policial, insistió en varias ocasiones en la mala imagen que se estaba dando de la ciudad. I això no pot ser! Enlazó consistentemente con aquel nefasto lema publicitado ad nauseam por algunos gobiernos de “izquierda” que dirigieron la ciudad con espíritu y prácticas culturales neoliberales: “Barcelona, la millor botiga del món”, Barcelona, la mejor tienda del mundo. ¡Qué inmenso horror, qué infamia inconmensurable! Las clases medias, y no tan medias, estaban encantados, siguen estándolo, con los 40 o 50 mil turistas que, por término medio, invaden el centro de la ciudad, comprando y comprando en locales de moda postmodernos o en restaurantes a su servicio. Se trata de eso, de que el negocio prospere. Esa es la gran propuesta convergente-pepera para la ciudad: que Barcelona sea un Disneyworld! Quieren, además, por si faltara algo, que Eurovegas no esté muy lejos alterando costumbres, equilibrios locales y leyes del país. Todo lo otro –la justicia, las continuas contrarreformas sociales, los salarios de miseria, la liquidación del muy demediado estado de bienestar catalán, la desesperación de las gentes desfavorecidas- no cuenta para nada en sus cuentas. Su mundo es otro y las clases que representan son otras. Su alma es de oro insaciable; no está hecha de trabajo, esfuerzo y dignidad.
No se ha llegado aquí, por ahora, a lo apuntado en la mañana del 30M por esa odiosa Thatcher de cuarta fila, amiga de terratenientes, empresarios insaciables y corruptos y de la España cañí. El muro de Berlín cayó, ha asegurado toda chula, y, del mismo modo, también doblegaremos a los sindicatos. ¿Le echamos un pulso, a ella y a todos los representantes de esa civilización caduca, enemiga del ser humano y de la propia Naturaleza?
Empieza a no estar claro quien lo va a perder. No están tan confiados. Mientras tanto, hay que acumular fuerzas para futuras acciones. El 1º de Mayo se acerca y, tras él, el 12M y el 15M. ¡Vamos a asaltar los cielos! ¡Van a ser jornadas para nuestra historia y para su miedo a perder privilegios!
Y el género humano, por si se nos había olvidado, sigue siendo la Internacional.

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