Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Pensamiento Crítico” en el diario PÚBLICO, 25 de diciembre de 2012
Este artículo analiza el contexto político de la elevada violencia existente en la cultura dominante estadounidense.
En EEUU hay 25.000 muertes anuales debidas a armas de fuego. Tales muertes representan el 80% de todas las muertes por armas de fuego que ocurren en los 23 países más ricos del mundo. Una de las causas de esta situación es el fácil acceso a todo tipo de armas de fuego, incluidas aquéllas que se utilizan en las fuerzas armadas y en la policía de aquel país, destinadas a matar al que se dispara. En muchos Estados sólo se requiere mostrar el carnet de conducir (equivalente al DNI en EEUU) para poder comprar tal tipo de armas. La justificación legal de tal facilidad de acceso es el famoso derecho, garantizado por la Constitución Estadounidense, a que cualquier ciudadano pueda armarse hasta los dientes, si así lo desea. Tal derecho se aprobó en un momento histórico, durante la Revolución Americana que tuvo lugar contra el Imperio Británico, a fin de dar poder a la ciudadanía, transformada en un ejército popular frente al enemigo externo o frente al dictador que podría surgir en el nuevo país establecido por tal Revolución. El objetivo de tal derecho nunca fue facilitar al ciudadano el poder atacar a otro persiguiendo sus propios intereses. Pero su permanencia se debe a una cultura enormemente violenta, promovida por los medios de mayor difusión. Sin ir más lejos, vean los videojuegos de los niños e infantes estadounidenses que como componente de la “americanización del mundo” se han ido extendiendo a otros lugares, incluyendo España. En EEUU, un niño al dejar la escuela primaria ya ha visto 8.000 asesinatos y más de 100.000 actos de violencia en sus videos y juegos. Un tanto semejante ocurre en España, donde tales videos no son prohibidos (sí que lo son en Suecia, Suiza, Francia, Venezuela, Australia y Alemania). Una situación semejante aparece en la violencia gratuita que se da en las películas estadounidenses, en las cuales es más fácil ver el pecho de una mujer golpeado y/o cortado en un acto violento que acariciado en un acto erótico. La moralidad estadounidense es enormemente tolerante respecto a la violencia. Es una parte intrínseca de la cultura hegemónica imbuida en sus raíces.
¿Por qué esta violencia en la cultura mediática del país?
La respuesta facilona a esta pregunta es que la reproducción de la violencia en los medios se debe a las fuerzas del mercado, es decir, que la violencia es lo que le gusta a la ciudadanía. La insuficiencia de tal respuesta se pone de manifiesto en dos hechos. Uno es que, según este argumento, los medios estarían llenos de actividades eróticas, pues hay evidencia de que hay más gente a la que le gusta ver actos eróticos que actos violentos. La moralidad imperante, sin embargo, no permite lo primero, y sí permite lo segundo. Es más, las encuestas muestran que la mayoría de la población considera que la cultura transmitida por los medios es excesivamente violenta, sin que ello haya determinado el descenso de los actos de violencia en los programas, por ejemplo, de televisión, donde paradójicamente la violencia es más acentuada en los programas orientados a los infantes y niños que en los orientados a los adultos. Los estudios de análisis del contexto temático en los programas televisivos hechos por investigadores del Departamento de Salud Mental de la Johns Hopkins University no dejan lugar a dudas.
Otras respuestas también insatisfactorias incluyen el atribuir la cultura de violencia a la propia historia de EEUU, que se basó en el exterminio de la población indígena. Los famosos “westerns” en que los cowboys (los héroes) matan a los indios (los malos) tipificarían esta idealización de la violencia. Pero la validez de esta explicación queda cuestionada por el hecho de que otros países –tales como Australia y Canadá- hayan estado basados en el genocidio y, sin embargo, no exista la cultura de violencia que existe en EEUU. Incluso el imperio español se basó también en un genocidio de la población indígena de las Américas sin que ello haya creado una cultura de violencia en la sociedad española (excepto en la idealización de tal “labor civilizadora” supuestamente realizada por el imperio español).
El ¬darwinismo social y la enorme inseguridad
Sin negar la gran urgencia de eliminar el acceso de la población a las armas de fuego, una de las mayores causas del elevado nivel de violencia existente en EEUU es una enorme inseguridad, dentro de un capitalismo salvaje, con escasa protección social, en la que el miedo está ampliamente generalizado. Es el darwinismo social, que tiene su máxima expresión en aquel país.
El establishment intelectual y mediático español ha pasado en los últimos treinta años de una actitud hipercrítica de EEUU, viendo este país como un país de 310 millones de “imperialistas”, fuente de todos los males en el mundo, al polo opuesto, es decir, a una idealización de EEUU. El padre español que en su juventud gritaba “Yankees go home” sueña con enviar a su hijo ahora a una universidad estadounidense. Hoy la falta de actitud crítica hacia la sociedad estadounidense caracteriza los medios de mayor difusión, desechándose como antiamericanismo cualquier actitud que pueda percibirse como izquierdista. He sido reconocido por el Gobierno Federal Estadounidense como uno de los científicos que más ha contribuido al bienestar y calidad de vida del pueblo estadounidense. Espero, pues, que no se me catalogue por los reproductores de la sabiduría convencional española como antiamericano.
Dicho esto, no hay plena conciencia entre el establishment intelectual mediático español de la enorme inseguridad y falta de protección social del ciudadano medio de EEUU. Derechos sociales y laborales que son considerados básicos y elementales en la mayoría de países europeos, continúan sin existir en EEUU. El 43% de pacientes terminales (es decir, en la situación de tener que enfrentarse a la muerte) indican que están preocupados por cómo ellos y sus familiares pagarán las facturas médicas (Ann. Internal Medicine, 2000, Volume 132:451).
Por si este dato no fuera poco, les cito otro. El hecho de que EEUU sea uno de los países con el menor número de días perdidos debido a huelgas no se debe al mayor grado de satisfacción del trabajador o del empleado con su empresa, sino al miedo e inseguridad que este trabajador tiene en su puesto de trabajo. El empresario puede despedirle cuando quiera (en caso de que no esté cubierto por un convenio colectivo, que cubre sólo a un 11% de la población laboral) y cuando el trabajador es despedido pierde, además del salario, su cobertura sanitaria y la de su familia (consecuencia de que el trabajador consigue su seguro sanitario a través de su trabajo, un sistema que es utilizado por el empleador para disciplinar y controlar su fuerza de trabajo. Despedir a un trabajador significa no sólo la pérdida del salario, sino también la pérdida de la atención médica de su familia).
Éste es un indicador, entre muchos otros, del grado de inseguridad de las clases populares, dentro de un sistema altamente competitivo en el que la seguridad brilla por su ausencia. Son una inseguridad y competitividad darwiniana promovidas en los medios de mayor difusión. Y todo ello dentro de un contexto político que configura y reproduce unas enormes desigualdades por clase social, por raza y por género que rompen la cohesión social. EEUU confirma el hecho bien documentado de que a mayor desigualdad y menor cohesión social, mayor es la violencia existente en un país.
Y ahí está el quid de la cuestión. En este capitalismo sin guantes (como es el capitalismo estadounidense que ofrece escasa protección social), la violencia y la represión son funcionales para el sistema. La pena de muerte está generalizada en Estados Unidos. La promoción de la violencia es parte de esta cultura del miedo, inseguridad y competitividad sin frenos.
Son las sociedades con menos desigualdades las que tienen menos violencia y más cohesión social, promoviéndose valores de solidaridad, cooperación y altruismo, todos ellos valores opuestos al individualismo feroz, egoísmo, narcisismo y competitividad exagerada que lleva a esta situación que hemos visto en EEUU estos últimos días. Ni que decir tiene que en tal suceso vimos actos de solidaridad, sacrificio y entrega, como los realizados por los maestros de aquella escuela. Pero, como bien dijo un rabino judío de aquella comunidad, “estamos sufriendo las consecuencias de la cultura tan violenta que acabará con todos nosotros, a no ser que cambiemos la sociedad”.
Este artículo analiza el contexto político de la elevada violencia existente en la cultura dominante estadounidense.
En EEUU hay 25.000 muertes anuales debidas a armas de fuego. Tales muertes representan el 80% de todas las muertes por armas de fuego que ocurren en los 23 países más ricos del mundo. Una de las causas de esta situación es el fácil acceso a todo tipo de armas de fuego, incluidas aquéllas que se utilizan en las fuerzas armadas y en la policía de aquel país, destinadas a matar al que se dispara. En muchos Estados sólo se requiere mostrar el carnet de conducir (equivalente al DNI en EEUU) para poder comprar tal tipo de armas. La justificación legal de tal facilidad de acceso es el famoso derecho, garantizado por la Constitución Estadounidense, a que cualquier ciudadano pueda armarse hasta los dientes, si así lo desea. Tal derecho se aprobó en un momento histórico, durante la Revolución Americana que tuvo lugar contra el Imperio Británico, a fin de dar poder a la ciudadanía, transformada en un ejército popular frente al enemigo externo o frente al dictador que podría surgir en el nuevo país establecido por tal Revolución. El objetivo de tal derecho nunca fue facilitar al ciudadano el poder atacar a otro persiguiendo sus propios intereses. Pero su permanencia se debe a una cultura enormemente violenta, promovida por los medios de mayor difusión. Sin ir más lejos, vean los videojuegos de los niños e infantes estadounidenses que como componente de la “americanización del mundo” se han ido extendiendo a otros lugares, incluyendo España. En EEUU, un niño al dejar la escuela primaria ya ha visto 8.000 asesinatos y más de 100.000 actos de violencia en sus videos y juegos. Un tanto semejante ocurre en España, donde tales videos no son prohibidos (sí que lo son en Suecia, Suiza, Francia, Venezuela, Australia y Alemania). Una situación semejante aparece en la violencia gratuita que se da en las películas estadounidenses, en las cuales es más fácil ver el pecho de una mujer golpeado y/o cortado en un acto violento que acariciado en un acto erótico. La moralidad estadounidense es enormemente tolerante respecto a la violencia. Es una parte intrínseca de la cultura hegemónica imbuida en sus raíces.
¿Por qué esta violencia en la cultura mediática del país?
La respuesta facilona a esta pregunta es que la reproducción de la violencia en los medios se debe a las fuerzas del mercado, es decir, que la violencia es lo que le gusta a la ciudadanía. La insuficiencia de tal respuesta se pone de manifiesto en dos hechos. Uno es que, según este argumento, los medios estarían llenos de actividades eróticas, pues hay evidencia de que hay más gente a la que le gusta ver actos eróticos que actos violentos. La moralidad imperante, sin embargo, no permite lo primero, y sí permite lo segundo. Es más, las encuestas muestran que la mayoría de la población considera que la cultura transmitida por los medios es excesivamente violenta, sin que ello haya determinado el descenso de los actos de violencia en los programas, por ejemplo, de televisión, donde paradójicamente la violencia es más acentuada en los programas orientados a los infantes y niños que en los orientados a los adultos. Los estudios de análisis del contexto temático en los programas televisivos hechos por investigadores del Departamento de Salud Mental de la Johns Hopkins University no dejan lugar a dudas.
Otras respuestas también insatisfactorias incluyen el atribuir la cultura de violencia a la propia historia de EEUU, que se basó en el exterminio de la población indígena. Los famosos “westerns” en que los cowboys (los héroes) matan a los indios (los malos) tipificarían esta idealización de la violencia. Pero la validez de esta explicación queda cuestionada por el hecho de que otros países –tales como Australia y Canadá- hayan estado basados en el genocidio y, sin embargo, no exista la cultura de violencia que existe en EEUU. Incluso el imperio español se basó también en un genocidio de la población indígena de las Américas sin que ello haya creado una cultura de violencia en la sociedad española (excepto en la idealización de tal “labor civilizadora” supuestamente realizada por el imperio español).
El ¬darwinismo social y la enorme inseguridad
Sin negar la gran urgencia de eliminar el acceso de la población a las armas de fuego, una de las mayores causas del elevado nivel de violencia existente en EEUU es una enorme inseguridad, dentro de un capitalismo salvaje, con escasa protección social, en la que el miedo está ampliamente generalizado. Es el darwinismo social, que tiene su máxima expresión en aquel país.
El establishment intelectual y mediático español ha pasado en los últimos treinta años de una actitud hipercrítica de EEUU, viendo este país como un país de 310 millones de “imperialistas”, fuente de todos los males en el mundo, al polo opuesto, es decir, a una idealización de EEUU. El padre español que en su juventud gritaba “Yankees go home” sueña con enviar a su hijo ahora a una universidad estadounidense. Hoy la falta de actitud crítica hacia la sociedad estadounidense caracteriza los medios de mayor difusión, desechándose como antiamericanismo cualquier actitud que pueda percibirse como izquierdista. He sido reconocido por el Gobierno Federal Estadounidense como uno de los científicos que más ha contribuido al bienestar y calidad de vida del pueblo estadounidense. Espero, pues, que no se me catalogue por los reproductores de la sabiduría convencional española como antiamericano.
Dicho esto, no hay plena conciencia entre el establishment intelectual mediático español de la enorme inseguridad y falta de protección social del ciudadano medio de EEUU. Derechos sociales y laborales que son considerados básicos y elementales en la mayoría de países europeos, continúan sin existir en EEUU. El 43% de pacientes terminales (es decir, en la situación de tener que enfrentarse a la muerte) indican que están preocupados por cómo ellos y sus familiares pagarán las facturas médicas (Ann. Internal Medicine, 2000, Volume 132:451).
Por si este dato no fuera poco, les cito otro. El hecho de que EEUU sea uno de los países con el menor número de días perdidos debido a huelgas no se debe al mayor grado de satisfacción del trabajador o del empleado con su empresa, sino al miedo e inseguridad que este trabajador tiene en su puesto de trabajo. El empresario puede despedirle cuando quiera (en caso de que no esté cubierto por un convenio colectivo, que cubre sólo a un 11% de la población laboral) y cuando el trabajador es despedido pierde, además del salario, su cobertura sanitaria y la de su familia (consecuencia de que el trabajador consigue su seguro sanitario a través de su trabajo, un sistema que es utilizado por el empleador para disciplinar y controlar su fuerza de trabajo. Despedir a un trabajador significa no sólo la pérdida del salario, sino también la pérdida de la atención médica de su familia).
Éste es un indicador, entre muchos otros, del grado de inseguridad de las clases populares, dentro de un sistema altamente competitivo en el que la seguridad brilla por su ausencia. Son una inseguridad y competitividad darwiniana promovidas en los medios de mayor difusión. Y todo ello dentro de un contexto político que configura y reproduce unas enormes desigualdades por clase social, por raza y por género que rompen la cohesión social. EEUU confirma el hecho bien documentado de que a mayor desigualdad y menor cohesión social, mayor es la violencia existente en un país.
Y ahí está el quid de la cuestión. En este capitalismo sin guantes (como es el capitalismo estadounidense que ofrece escasa protección social), la violencia y la represión son funcionales para el sistema. La pena de muerte está generalizada en Estados Unidos. La promoción de la violencia es parte de esta cultura del miedo, inseguridad y competitividad sin frenos.
Son las sociedades con menos desigualdades las que tienen menos violencia y más cohesión social, promoviéndose valores de solidaridad, cooperación y altruismo, todos ellos valores opuestos al individualismo feroz, egoísmo, narcisismo y competitividad exagerada que lleva a esta situación que hemos visto en EEUU estos últimos días. Ni que decir tiene que en tal suceso vimos actos de solidaridad, sacrificio y entrega, como los realizados por los maestros de aquella escuela. Pero, como bien dijo un rabino judío de aquella comunidad, “estamos sufriendo las consecuencias de la cultura tan violenta que acabará con todos nosotros, a no ser que cambiemos la sociedad”.
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